Corinne
María Zaragoza
1
Frente al pelotón de fusilamiento, Violette Szabo
recordaría cómo fue reclutada y pensaría que,
después de todo, quizá lo que más le había seducido del asunto no había sido matar nazis, ni vengar a
su marido, ni siquiera la libertad. Quizá lo que más le
había conquistado de toda la propuesta era el nombre,
o más bien el apodo por el que se conocía al Ejecutivo
de Operaciones Especiales (SOE): los Irregulares de Baker
Street.No sabía a quién se le había ocurrido la gracia, pero no dejaba de tener un punto simpático pese a todo. Los Irregulares de Baker Street, pero los de Winston Churchill, no los de Sherlock Holmes.
Quizá le hubiese gustado ser una golfa de cara sucia, una sin techo observadora, correteando por el Londres victoriano, aquel del que tanto había escuchado hablar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario