Dibujo de SIGN
-Va usted a conocer el ejército de policías que tengo a mi servicio en Baker Street -repuso
gravemente mi compañero, y en ese momento se precipitaron en la habitación media docena de los
más costrosos pilluelos que nunca haya acertado a ver.
-¡Fiiirmés! -gritó Holmes con bronca voz, y los seis perdidos se alinearon enhiestos y horribles
como seis esfinges de quincallería.
-De aquí en adelante -prosiguió Holmes-, será Wiggins quien suba a darme el parte, y vosotros os quedaréis abajo. ¿Ha habido suerte, Wiggins?
-No, patrón, todavía no -dijo uno de los jóvenes.
-En verdad, no esperaba otra cosa. Sin embargo, perseverad. Aquí tenéis vuestro jornal.
Dio a cada uno un chelín.
-Largo, y no se os ocurra volver la próxima vez sin alguna noticia.
Agitó la mano, y los seis chicos se precipitaron como ratas escaleras abajo. Un instante después, la calle resonaba con sus agudos chillidos.
-Cunde más uno de estos piojosos que doce hombres de la fuerza regular -observó Holmes-. Basta que un funcionario parezca serlo, para que la gente se llene de reserva. Por el contrario, mis peones tienen acceso a cualquier sitio, y no hay palabra o consigna que no oigan. Son además vivos como ardillas; perfectos policías a poco que uno dirija sus acciones.
-¿Les ha puesto usted a trabajar en el asunto de la calle Brixton? -pregunté.
-Sí: hay un punto que me urge dilucidar. No es sino cuestión de tiempo. ¡Ahora prepárese a recibir nuevas noticias, probablemente con su poco de veneno, porque ahí viene Gregson más hueco que un pavo! Imagino que se dirige a nuestro portal. Sí, acaba de detenerse. ¡En efecto, tenemos visita!
Se oyó un violento campanillazo y un instante después las zancadas del rubicundo detective, quien salvando los escalones de tres en tres, se plantó de sopetón en la sala.
-De aquí en adelante -prosiguió Holmes-, será Wiggins quien suba a darme el parte, y vosotros os quedaréis abajo. ¿Ha habido suerte, Wiggins?
-No, patrón, todavía no -dijo uno de los jóvenes.
-En verdad, no esperaba otra cosa. Sin embargo, perseverad. Aquí tenéis vuestro jornal.
Dio a cada uno un chelín.
-Largo, y no se os ocurra volver la próxima vez sin alguna noticia.
Agitó la mano, y los seis chicos se precipitaron como ratas escaleras abajo. Un instante después, la calle resonaba con sus agudos chillidos.
-Cunde más uno de estos piojosos que doce hombres de la fuerza regular -observó Holmes-. Basta que un funcionario parezca serlo, para que la gente se llene de reserva. Por el contrario, mis peones tienen acceso a cualquier sitio, y no hay palabra o consigna que no oigan. Son además vivos como ardillas; perfectos policías a poco que uno dirija sus acciones.
-¿Les ha puesto usted a trabajar en el asunto de la calle Brixton? -pregunté.
-Sí: hay un punto que me urge dilucidar. No es sino cuestión de tiempo. ¡Ahora prepárese a recibir nuevas noticias, probablemente con su poco de veneno, porque ahí viene Gregson más hueco que un pavo! Imagino que se dirige a nuestro portal. Sí, acaba de detenerse. ¡En efecto, tenemos visita!
Se oyó un violento campanillazo y un instante después las zancadas del rubicundo detective, quien salvando los escalones de tres en tres, se plantó de sopetón en la sala.
Y lo que no os hemos contado.
Habrá sorpresas para los que adquiráis el libro en la preventa que durará hasta el 1 de septiembre. 13€ sólo hasta el 1 de septiembre.
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